Sin música no había fiestas. Al terminar las fiestas de Lucainena, los músicos bajaban andando por el río hasta llegar a la fuente del Murallón. Allí se refrescaban un poco y se quitaban el polvo de los zapatos.
Al llegar a la puerta de la Ermita empezaban a tocar hasta llegar a la plaza y así era como comenzaban las fiestas en honor a San Roque y la Virgen.
Durante los días de fiesta los músicos se repartían por las casas de los vecinos.
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